El área del mercado Adrián Castrejón castigada por su afluencia vehícular, el ambulantaje, la invasión de banquetas, el paso obligado de transeúntes, descarga de mercancía, diableros, calles en mal estado y demás; convierten a esa zona en un difícil reto (¿acaso hay retos fáciles?) para quien obligadamente debe transitar por esas arterias tan castigadas.
Desde que bajo por la calle de Morelos, con dirección al mercado municipal, puedo apreciar que pasando Joaquín Baranda comienza el embotellamiento de Carros particulares, camiones refresqueros y pasajeros como los de Tuxpan y Tomatal, que se estacionarán llegando a Salazar justamente a la izquierda.
Dos motociclistas que deberían rebasar por la izquierda, intentan avanzarle por la derecha por dos razones: una porque es el único espacio libre que les dejan los automovilistas y dos; porque tendrán que doblar a la derecha en Salazar, y ante el escenario, hay que elegir el carril con cuadra y media de anticipación. Pasando Manuel Doblado los motociclistas frenan obligadamente debido a un camión cervecero que surte a las cantinas de la cuadra. Cuando finalmente logran salir del atolladero los motociclistas, uno de ellos decide tomar un atajo por la banqueta bajando por la rampa de acceso a una casa, pero no logra llegar muy lejos porque se topa de frente con un triciclo recolector de basura de dicha cuadra, ya que por razones obvias; el de la basura es el único camión que no transita por ahí. Cuando el motociclista reinicia su recorrido, su trayecto se ve obstruido por un anuncio que cierto negocio de celulares coloca sobre la calle; un minuto después (en esta situación el minuto es eterno) el conductor evade el tablero, sin embargo, a veinte metros de distancia se le vuelve a presentar un obstáculo similar de otra tienda de teléfonos, ubicada frente a conocida panadería y taller de bicicletas.
A estas alturas, los conductores de una combi de la ruta perpetuo socorro (las de la franja amarilla) y un camión de la Acatempan (el de Tuxpan y Tomatal vienen atrás) tocan desorbitadamente su claxon debido a que dos combieros que hacen parada al doblar a la izquierda, no respetan el límite de estacionamiento. El camión de la Acatempan ha quedado atravesado en diagonal en la esquina de Salazar y ni el motociclista puede pasar.
Cuando finalmente el camión se estaciona en su sitio, el motociclista vira a la derecha y se topa con un diablero; de manera que deja pasar a la combi de la perpetuo para librar al diablero.
Una señora embarazada que transita con dos niños, obligadamente debe bajar de la banqueta al doblar de Morelos a Salazar (una banqueta con desproporcionado desnivel y con rampa peligrosa) pues la banqueta en la esquina norte no es contínua, y en su lugar; hay un tecorral que contrasta con la modernidad de ciertos espacios de Iguala y que inevitablemente me hace recordar algún capitulo de las novelas de Altamirano o los cuentos de Rulfo. Enseguida del tecorral hay un árbol y un teléfono público, después una tortillería donde normalmente tienen una bicicleta estacionada y así se sigue esa cuadra tapizada de obstáculos.
Media cuadra más adelante, el motociclista detiene su marcha debido a que una camioneta de alquiler está salida casi un metro más hacia la calle con respecto a las demás unidades. Aprovecho y echo un vistazo al sitio donde se encuentra dicha camioneta para confirmar mi suposición; efectivamente, al conductor nada le impide estacionar su vehículo con mayor propiedad.
Al llegar a la esquina con Altamirano, el motociclista espera a que avance un taxi que no puede rebasarlo por la izquierda debido a un puesto ambulante ubicado casi en la esquina con Altamirano. Finalmente, el de la moto dobla hacia la izquierda esquivando apenitas un bache de consideración, mientras yo prefiero dirigirme a la derecha, exactamente frente a la central de autobuses por la calle Altamirano; donde distingo que la combi de la perpetuo está deteniendo el flujo vehícular, debido a que uno de sus compañeros no se pone en marcha y le deja el lugar libre. Del lado de Altamirano se expende ropa interior sobre la calle, así como frutas dispersas en carretillas (mangos, nanches, ciruelas, granadas, cacahuates, plátanos, aguacates) agua de coco, raspados, triciclos donde venden jugos, tacos, algunas motocicletas estacionadas en doble fila y camionetas descargando mercancía. A esto le agregamos la salida de autobuses de la central, la llegada de combis de la 24 de febrero, Sabana, Tonalapa del Sur, Tecuesco, Cocula, Taxis, carros particulares y peatones que tienen que esquivar por un lado a vendedores ambulantes y por otro la mercancía que invade banquetas, además del flujo vehícular. Metros más arriba, caminando hacia Manuel Doblado, se observa la mercancía sobre la banqueta: material de plomería y eléctrico, bases de camas, maniquies y puestos de discos. Atravieso la calle de M. Doblado y prosigue el tianguis de artículos, incluso de papelería, más maniquíes, muebles, ropa que pende de ganchos colgados de cortinas de lonas; de tal forma que los pocos peatones afortunados que caminan sobre la banqueta, lo hacen evadiendo obstáculos para no golpear su cabeza con la ropa. Hay además estacionamientos apartados, tinacos, mangueras, un diablito del que cuelga un letrero anunciando un 15 % en esmaltes. Frente a conocidas ferreteras, una señora hace la parada un taxi para subir unos costales, el taxista hace alto en doble fila, pues el espacio que se aprecia libre para estacionarse, está ocupado por unas parrillas y material de ferretería justo en la calle, obstruyendo toda posibilidad de que un cliente mismo se estacione. Esto propicia que el taxi detenga el tráfico por casi un minuto y continua el caos vial por razones similares durante varios minutos.
Opto por regresarme hacia el mercado, cuando llego a la base de combis de Tepecoa, una combi de dicha ruta está detenida porque espera a que salga otra combi que va a Cocula y Puente Río San Juan, pero a esta última no la dejan incorporarse y la de Tepecoa está obstruyendo también el tráfico. Camino algunos metros más hacia el mercado y lo mismo ocurre en la salida de la terminal de autobuses, en la entrada a la denominada jaula ubicada en la esquina con Salazar, y con la otra base que se ubica cincuenta metros más al sur, donde se estacionan las combis que van a Ahuehuepan, Tecalpulco, Metlapa, Zacacoyuca. Sin quedarse atras las dos bases que están en la calle del Huerto y el acceso al Mercado, lugar donde acomodan costales y cartones sobre la banqueta, obligando a los peatones a bajarse a la calle. Por la calle de Salazar, donde se ubican los taxistas del sitio de la central, observo que dos vehículos están estacionados en batería; un motociclista les sugiere que se estacionen bien y uno de los conductores se encabrita y le reclama, el de la moto lo ignora y el taxista se queda haciendo corajes sin mover su unidad.
Entro al mercado para salir sobre Galeana a la altura de Juan R Escudero, y el asunto no es ajeno a lo que ocurre en otras arterias. En el lugar donde deberían estacionarse las combis, hay además algunos puestos ambulantes donde se vende pan, verduras, semillas, un carro repartidor de gas estacionado, una camioneta resurtiendo pollo; así que los combieros detienen su unidad obstruyendo el paso a los autobuses foráneos y a las demás combis de tantas rutas que por ahí transitan.
Por el lado de Arteaga por donde tienen su base los taxistas que van a Teloloapan, un conductor desea meter su vehículo a su casa, pero uno de los taxis obstruye su entrada y esto detiene también el tránsito. Una vez que el señor del carro particular logra entrar a su domicilio, un taxi que va llegando de Chilpancingo vuelve a detener a los demás vehículos porque la base esta saturada de taxis que llegan hasta la vuelta con Obregón; la misma historia.
Decido dirigirme para Galeana en la esquina con Salazar, donde se supone que no es parada de combis y sin embargo, varias unidades suben pasaje e incluso los mismos pasajeros esperan la combi en ese punto, deteniendo unidades que obstruyen la vuelta para los que vienen de Salazar.
Subiendo hacia el centro; en la entrada de autobuses hay dos camiones detenidos, esperando que en interior se reacomoden o fluyan otros vehículos para dejarles espacio. Mientras tanto, toda la calle de Galeana esta en considerable congestionamiento vehícular por razones señaladas anteriormente.
Me adentro al Mercado, en cuyos límites está saturado de bases de taxis, de combis, de camionetas de alquiler;hay banquetas y calles invadidas por comerciantes y ambulantes, camiones de mercancía, agentes de tránsito y preventivos que le sacan al calor y mejor se van a platicar a la sombra; entre tanto, en el interior del mercado un grupo de señoras le tapan el paso a una consumidora que lleva dos niños; mientras la consumidora hace lo propio por salir del tumulto, una de las señoras corta con una navaja la bolsa del mandado de la ama de casa y extrae el monedero -al menos así lo refería la señora a uno de los locatarios, mostrando su bolsa navajada-. Lo bueno es que ya había hecho todas mis compras y solo llevaba pocas monedas -argumenta la ama de casa.