sábado, 16 de agosto de 2008

El asilo de ancianos en Iguala -un gris atardecer-









Las tardes en el asilo de ancianos de nuestra ciudad suelen ser tranquilas, a no ser que algunos de los abuelitos refleje gravedad en su salud. Como es el caso de Don Jaimito, quien falleció hace poco; dicen que tuvo hijos pero que nunca los quiso reconocer, y que cuando fue joven viajó mucho a Estados Unidos. Tenía una hermana y sobrinos y todo parece indicar que todavía cobraba su pensión Guerrero, su salud fue empeorando cada día más, pues era diabético, tenía cataratas y fumaba mucho. Con mucha probabilidad lo habrá extrañado durante varios días el Profe, que así le dicen a Don Lucas, ya que fueron compañeros de cuarto. El Profe perdió a su esposa e hija en un accidente carretero, platica que daba clases de psicología y que viajó mucho. Tiene un sobrino que es Licenciado y se encarga de cobrarle su pensión y va a pagar al asilo, y a él le heredó algo de lo que le quedaba.
A don Juanito le dan convulsiones, dice que en una ocasión alguien lo aventó por allá por el cerro de la 24 de febrero. Refiere que tiene hijos en Estados Unidos y eventualmente discute con Don José pues no le gusta que éste se siente en su sillón porque se lo ensucia. Don josé es de la capital del Estado, lo operaron de la próstata y a la larga lo visita su sobrino. Dice que sus hijos lo sacaron a la calle, aunque él demuestra ser muy trabajador, pues antes de agravarse su salud, se levantaba en la madrugada para barrer el patio del asilo.
Doña Rosa tiene un hijo en Estados Unidos, y durante una temporada al año, la viene a visitar. Comenta que en sus tiempos fue la reina de conocida comunidad igualteca y que cuando falleció su esposo la sacaron de su casa. A veces discute con personajes imaginarios y en cierto modo también con Don Jeremias que la quiere conquistar. Don Jeremias recuerda haber sido representante artístico en su época. Nunca se casó pero tuvo dos hijas y ninguna lo visita; admite que está pagando sus errores del pasado.
Doña Marianita es tranquila, buen agente, tampoco se casó; tiene una hermana que vive aquí en Iguala, pero sus sobrinos ya no quieren que viva con ellos, tal vez por sus enfermedades, pues padece un tipo de ceguera.
Doña Lourdes dice que ella era rezandera al igual que su hermana y que ambas aprendieron el oficio desde niñas gracias a su mamá. Tiene varios hijos; refiere que primero se la iban turnando, pero como era un poquito atrabancada, a veces se les salia a la calle sin que ellos se dieran cuenta, y si la escondían gritaba mucho. Ahora tiene más de 100 años y una de sus hijas la visita con frecuencia.

Eventualmente, los abuelitos del asilo reciben visitas de grupos católicos, quienes les llevan regalos. El horario de visitas es muy estricto pues naturalmente que tienen que tomar sus alimentos y medicamentos a una hora especifica. Para el día domingo el horario de visitas es corrido desde las 9 hasta las 18 horas. Ocasionalmente, los abuelitos también son apoyados con la visita de algún estilista o peluquero, quienes se encargan de hacerles un corte de cabello sin costo alguno.
Es claro que no todos los abuelitos que se encuentran en el asilo, pagan por su estancia. De manera que hay un comité que se encarga de buscar apoyos y administrar lo poco que les llega a dicha morada. Ilustrando esta situación, hace poco falleció un viejecito que nadie reclamó; entonces, se tuvo que velar y cubrir gastos funerarios.
En el Inmueble, colaboran algunas personas, que hacen la labor propia de limpieza, cocina, enfermería, etc. y aunque se les retribuye un poco su trabajo, no es remunerado adecuadamente como corresponde, de tal forma que es también mérito para su trabajo voluntario. Y si bien es cierto que algunas cosas que reciben las ponen a venta con un costo mínimo, es precisamente para solventar gastos médicos, de alimentación, de mantenimiento del edificio, administrativos, servicios, etc.
En algunos de los dormitorios se aprecia modestamente acondicionada una recámara; la cama, un roperito, una silla, alguna bacinica e imágenes religiosas. Durante el día, los abuelitos que todavía pueden caminar, se pasean por alguno de los corredores. Mientras otros platican por momentos y ocasionalmente acusan a uno de sus compañeritos por un detalle mínimo.
La espera es larga, en esos ojos que se aprecian cansados, pareciera como si anhelaran la visita del hijo que un día se fue, o de los nietos que nunca conocieron. La mirada parece extraviarse entre las verdes hojas de los arboles de mango que dan sombra al patio y en instantes ya no hacen caso a la llegada de una visita, pues se vislumbra que algunos de los abuelitos han esperado mucho, pero ahora esperan poco de cada día, de cada tarde...


Los nombres de las personas han sido modificados por obvias razones



1 comentario:

Liliana dijo...

¡Hola Andrés!

Somos Mara y Liliana las sobrinas de Jaime, esta muy completa e interesante tu página, pero... ya sube una que otra foto de algún "muchachon" porque haymuchas mujeres.

Con respecto al tema del asilo de ancianos me parece un caso muy triste, nunca hay que olvidar que algún día llegaremos a la tercera edad y que nos puede pasar lo mismo.