jueves, 21 de agosto de 2008

PANDILLAS EN IGUALA

una de las entradas de la colonia E. Zapata
Parte alta de la colonia E. Zapata. Calle Acapetlahuaya
esquina Coyuca de Catalán


Frente a la ESPI, donde se enfrentaban a golpes los pandilleros.




La labor actual de Santos, nuestro protagonista; no se parece en nada a las actividades que desarrollaba en años anteriores cuando era integrante de una de las grandes pandillas que han existido en esta ciudad. Hoy día, Santos es un destacado economista y conferencista que no olvida las experiencias vividas en aquel entonces cuando fue uno de los cabecillas de su banda. Recargado en su automóvil nuevo, estacionado frente al zócalo, nuestro protagonista recuerda aquella faceta de la cual no muestra encono en compartir. Como si fuera ayer, refiere los inicios de la pandilla cuando él cursaba la secundaria, y pululaban en la ciudad pandilleros de distintos barrios. Lo sorprendente es que en la escuela tenían como compañeros de clase, sobre todo en el turno vespertino, a chicos que se relacionaban con tales agrupaciones y en quien podrían apoyarse si uno de los compañeros tenía problemas con ellos. De manera que tenían que tolerar sus insultos y amenazas, porque aunque pudieran enfrentarlos, se exponían a ser blanco fácil de posibles represalias de alguna de las pandillas; Los Tamaros, Los Canarios, Los Kabas, Los Discipulos, entre otros. De manera que con suma frecuencia se armaban trifulcas colectivas en el exterior del plantel y en los que algunos de los amigos del barrio de Santos, resultaban constantemente afectados. Los directivos de la escuela tenían conocimiento de esta problemática, así que; ¿o tenían muy poco apoyo del cuerpo policíaco o ninguna de las partes le dio la importancia al asunto?





No transcurrió mucho tiempo para que alguien en el barrio de Santos, en la colonia Zapata; propusiera integrar una pandilla para defenderse de quienes los agredieran en la Secundaria. Así pues, por acuerdo de la mayoría de los chicos vecinos, comenzaron a fraguar las normas en las que había que cimentarse la coalición. Se intensificó una campaña de publicidad y reclutamiento, comenzando a rotular bardas, se creó una comisión que llevaría el control de las cooperaciones voluntarias para comprar pintura, para tener un ahorro y poder sacar del bote a los compañeros; se cambiaron sobrenombres, se eligió el saludo, silbido y contraseña que identificaría a los "King Cobras" a quienes se unieron jóvenes de la Ampliación Renovación, La Ruffo, La 20 de Noviembre y el Centro.

Los Tamaros Jr. eran una banda liderados por una mujer a quien llamaban "la América" y con ellos surgieron los primeros conflictos, no les convenía la existencia de la nueva pandilla, así que ambas agrupaciones se convertirían en acérrimos rivales.

Las alianzas y traiciones entre bandas fue un común denominador.

Mientras Santos continúa con su historia, un chico de una motocicleta lo saluda, y sonríe de gusto al verlo, pues el joven fue uno de sus contemporáneos en las pandillas. Solo que ahora ninguno de los dos porta los atuendos de aquella época; como lo fueron las bermudas, las gorras, cinturones con gruesa hebilla, incluso alguna navaja. Cuando se trataba de agarrarnos a golpes, llevábamos cadenas, tubos, chacos, y había quien portaba armas de fuego que nunca se utilizaron, pero que otros si emplearon en contra nuestra -recuerda Santos-

Además de nosotros, estaban "Los vigilantes que también fueron la raza e inicialmente los amos de la noche, los cholos, los pachucos, los hembros, los sodas, vatos locos, barrio pobre, etc."


En la colonia no molestábamos a nadie, solo respondíamos a las agresiones de nuestros enemigos -comenta Santos- Sin embargo, para resguardar el orden, se creó un agrupación de vecinos que rondarían el barrio por la noche, pero a nosotros nos respetaban; incluso algunos de los chavos les dieron bajín con sus bicis a dos policías auxiliares. La verdad no se puede andar tranquilo cuando te metes en eso, estás incomodo sobre todo cuando caminas solo o con tu novia, porque una vez que te metías en una bronca, no les importaba con quien fueras, te caían a golpes en cualquier lugar y hora. Las camionetas de la preventiva se regresaban cuando llegaban a la colonia y veían que había trifulca entre más de cincuenta pandilleros. Así que pusimos a trabajar a Campero, uno de los jefes de la policía municipal de aquella época.
Una noche invadimos el zócalo en pleno domingo familiar, éramos como cien jóvenes buscando vengarnos de una pandilla. Estábamos ganando prestigio, a veces nos preguntábamos qué iba a seguir después de eso; a esas alturas, la mayoría de los integrantes estudiábamos en el nivel bachillerato y era común que algunos de los nuestros se liara a golpes en esas escuelas. Esa fue pues una historia que escribimos a ritmo de rap, pues era lo que escuchábamos y bailábamos. El proyecto de la banda lo dejamos desvanecer al tercer año de su fundación; ya no tenía que seguir nada, no nos íbamos a convertir en delincuentes. En ningún momento se trató de enfocar esa propuesta a los adolescentes del barrio, pero ellos crecieron y pretendieron continuar con la banda. Les hablamos y les pedimos que ya le pararan al asunto, o si estaban empeñados en formar su banda, que le cambiaran de nombre. Muchos chavos que se aliaron con nosotros de otros barrios, regularmente portaban cigarrillos de marihuana que escondían en la bastilla de su playera; otros tenían serios problemas con el alcohol, y algunos por la razón que sea, desafortunadamente ya no están entre nosotros -concluyó el ex pandillero, hoy económista que se desenvuelve entre la cúpula empresarial de varias ciudades del país-

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