jueves, 25 de febrero de 2010

EN EL DÍA DEL DESFILE DEL 24 DE FEBRERO EN LA CUNA DE LA BANDERA NACIONAL.

Desde las 5 de la mañana ya hay sillas acomodadas en la banqueta de la avenida bandera nacional, justo frente a la radiodifusora 880 am. A ciertas cuadras de distancia, una señora de edad avanzada, se desplaza como a las 6 de la mañana, con algunos banquitos para apartar su lugar en las calles por donde pasará el desfile. Mientras en el monumento a la bandera se rinde honores al lienzo tricolor, por parte del Cren, la instalación de puestos de comida y refrescos ya ha comenzado, justo en el momento en que se iza bandera en el asta monumental y en donde el gobernador, hace acto de presencia. Cuando son apenas las 9 horas, hay mucha gente sentada en las guarniciones del monumento, iglesia y el zócalo. Algunos se programaron para disfrutar de una torta. Los vendedores ambulantes no pueden faltar en esta fecha importante para la mayoría de los igualtecos; la venta de banquitos de madera que son de buen ver, comienza desde entonces: a 40 pesos los chicos y a 85 los bancos medianos. En el kiosco, se instala un equipo de sonido y acondicionan mobiliario para un evento frente a la escultura a Catalina Pastrana. Los gritos de vendedores con las campanadas de la iglesia, los tambores de la banda de guerra en el monumento y los silbatazos de los agentes de tránsito, desviando el tráfico vehicular, se combinan para unificar un solo ambiente. Las familias siguen fluyendo al centro de la ciudad, carriolas, porta bebés, banquitos, gorras y sombrillas, son parte de la carga obligada para presenciar el desfile: ¡a 10 pesos el sombrero oiga! ¡lleve su silbato a 5 pesos!. Dos individuos atraen la atención de los menores, con una pequeña calaca que, según ellos, baila con tan solo aventarla al piso. Uno de los tipos le da órdenes al muñequito, y éste parece obedecer y hace lo que le indican, baila, se tira al piso y salta. Los curiosos, entre ellos adultos, tratan de ver de qué forma le dan movimiento a este calaverita. Con el rostro de admiración, algunos incautos compran la mercancía; a 6 la pieza y 2 por 10 pesos. Una chica que solo se comunica en mímica con otra persona, le hace señas indicando que no es gran ciencia lo que hacen, pues tan solo amarran al muñequito con un hilo y listo; pero no hay hilo le responde su acompañante. Así que comienzan a buscar, como todos los presentes, cómo es que se manipula el juego. El señor que dirige la farsa, pasa su mano arriba, abajo y a los lados de la calaverita, para demostrar que no es chueco el asunto. Sin embargo, a un lado de él, está su compañero con una sudadera que pende de su cintura y en la que tiene su brazo dentro de una manga, y ocultamente, con su mano sostiene un hilo que no se percibe con claridad, y es con el que le da movimiento al muñeco. ¡Además le pega un chicle a los pies de la calaquita! -grita un adolescente- La mayoría del público no logra identificar el hilo y continúan buscando arriba, entre los árboles, para ver si hay algún titiritero cómplice, que ejecute su trabajo desde las alturas.
La comitiva que acompaña a Raúl Tovar, entre ellos, Héctor Vicario, Ignacio Ocampo, Silvia Romero, Cesáreo Celestino y autoridades militares, se encaminan al monumento para efectuar la guardia de honor, cuando son las 10 con 10 minutos. En tanto se realizan los honores correspondientes frente a la bandera; se escucha el sonido del kiosco en donde invitan a cooperar con la cruz roja, comprando tortas de jamón y frijoles. Un contingente que acompaña a Bernardo Cayetano, entra a la explanada dirigiéndose al ayuntamiento y denuncia con cartulinas la agresión sufrida por parte de los comuneros de Tonalapa del Río y del actor intelectual Evencio Romero, Julio Escalera camina en el puntero en dirección al ayuntamiento, a donde le siguen los vecinos que dicen ser de la colonia Ernesto Che Guevara, pero que se advierte la presencia de colonos de otros asentamientos, que cantan “a mí me gusta andar de pelo suelto”. Decenas de ejidatarios de la comunidad de Tonalapa del Río, harían lo propio durante el desfile, demandando la libertad de sus paisanos. Apenas acaban de abandonar bandera nacional los manifestantes de la Che Guevara, un señor de la tercera edad, solicita permiso para cruzar la calle con su carrito de raspados: algunos elementos del ayuntamiento se oponen y otros balbucean, al final, lo encaminan hacia el otro lado de la calle y de prisa, porque la comitiva de los tres niveles de gobierno, ha salido del monumento con rumbo a las tribunas en donde se encuentra ya, la comuna municipal, y nadie puede estar en medio de la calle ni siquiera los comunicadores, pues para eso se les ha asignado un lugar en la tribuna de la derecha. Al fin con los debidos honores, da inicio el desfile que luce en su esplendor con el impactante contingente de la Armada de México e Infantería de Marina; el público menciona que los vehículos que ven desfilar, no son de Iguala, pues no, -responde alguien-, son de la marina, aquí no hay mar, apenas si llegamos a laguna, toda intoxicada pero ahí está… Una señorita que desfila representando a una escuela de la avenida del estudiante, llama la atención porque uno de sus zapatos lleva doblado el tacón, aparentando que podría caerse de un momento a otro, o al menos eso es lo que dicen dos señoras que están a mi lado. Cuando toca el turno a los charros que son los que sí saludan de mano a los representantes de gobierno, una señora grita, ¡son los de la guelaguetza!. Al final algunos esperaban ver más contingentes escolares en el desfile, resaltando que los militares se llevaron la gloria, con todo y vehículos que les quedaba reducido el espacio en las esquinas para dar vuelta. Cuando termina el evento, en el kiosco se improvisa una disco con un sonido local; ahí mismo, en diferente horario, también se disfrutó de la filarmónica de Chilpancingo. Por la tarde, el Vasco se encarga de los honores a la bandera en el monumento y lo demás transcurrió en la feria, pero esa fue otra historia.


* Publicado en el Diario de Iguala.

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