martes, 14 de abril de 2009

LAS FIESTAS RELIGIOSAS.



Los diversos modos de vida, costumbres y manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo, se acentúa en las celebraciones litúrgicas, en las cuales resalta la festividad pagano religiosa practicada por nuestra gente, sobre todo indígenas y campesinos, mezclándose con los actos de piedad cristiana.
La religiosidad popular, tiene sus principales manifestaciones en las fiestas patronales y celebraciones como Cuaresma, Semana Santa y la conmemoración de los Fieles Difuntos; expresiones que indican por una parte, una fe arraigada y profunda, pero por otra, se da al margen de la liturgia.
Refiere Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad "En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México. Nuestro calendario está poblado de fiestas, pero no bastan las que ofrecen a todo el país y la iglesia.
La vida de cada ciudad y de cada pueblo, está regida por un santo, al que se festeja con devoción y regularidad.
Son incalculables las fiestas que celebramos y los recursos y tiempo que gastamos en festejar. Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares. Los países ricos tienen pocas; no hay tiempo ni humor y no son necesarias, las personas tienen otras cosas que hacer y cuando se divierten lo hacen en grupos más pequeños.
En la fiesta, la sociedad comulga consigo misma. La estructura social se deshace y se crean nuevas formas de relaciones, gracias a ello el mexicano se abre, participa...
Es significativo que un país como el nuestro, tenga tantas y tan alegres fiestas. Su frecuencia, el brillo que alcanzan, el entusiasmo con el que todos participamos, parece revelar que sin ellas estallaríamos. Ellas nos liberan, así sea momentáneamente, de todos esos impulsos sin salida y de todas esas materias inflamables que guardamos en nuestro interior".
¿Y la renovación espiritual propia de un tiempo litúrgico? ¡Ah! pareciera como si eso fuera exclusivo de los religiosos y de solo unos pocos laicos.
Pues lo que atrae a los visitantes y turistas, no es propiamente la conversión espiritual del pueblo que festeja, sino toda celebración que se da al exterior de los templos y en los que interviene la mayoría de los habitantes: en el jaripeo, las danzas, los juegos mecánicos, los cohetes, música, bailes y hasta los políticos apoyan a las comunidades para organizar las fiestas patronales, "en las que no hay chivo o marrano gordo que llegue vivo al día de la fiesta" como escribió Arreola...

* Autor: Andrés Ortiz Pantaleón

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