sábado, 24 de abril de 2010

MI VECINA LA DEL " 5 "

Todavía puedo apreciar las formas de la bailarina cuando daba su show, hace apenas unos minutos; su imagen me resultaba muy conocida.
Ahora, mientras fumo un cigarro recargado en el tinaco de la vecindad donde vivo, estoy esperando a que entre mi vecina, la del cuarto número " 5 "-. No creo que sea malo ganarse la vida bailando desnuda para un montón de borrachos, es más; ya me suponía algo así.
Todo comenzó cuando subí a la azotea de mi cuarto; intentaba reparar el cable de la antena de mi televisión, y sin querer descubrí que mi vecina, de quien desconozco su nombre real, se bañaba desnuda en su patio.
Su cuarto; como todos los demás, tiene baño y patio propios, además de lavadero y tanque de agua, y de ahí, del tanque, agarraba agua para enjuagarse el cuerpo. Tiene piel blanca, es de prominentes caderas y muslos. Era la primera vez que la veía sin lentes; quizá por eso se bañaba tan rápido. Sus pechos siempre estuvieron descubiertos porque estaba ocupada en limpiarse otras áreas de su cuerpo; ocasionalmente volteaba por encima de la barda de su vivienda, parecía como si se sintiera observada. Llegué a ésta vecindad desde hace nueve meses y no le he conocido marido a esta mujer que tiene como 35 años de edad.
Ocasionalmente trae a sus cuatro niños y en otras veces viene sola. Supongo que eventualmente encarga a sus hijos con algún familiar.
Con prontitud entendí la mecánica de cuándo se bañaba en el patio: cuando trae a sus niños y se escuchan los jicarazos de agua; significa que está bañando a uno de los pequeños o que se está bañando ella. Me doy cuenta por la presencia de los niños, porque el griterío los delata. Y si no se escuchan las voces de los infantes y suena el regadero de agua; quiere decir que es ella quien se está bañando, y solo es cuestión de subir las escaleras para ver el espectáculo.
Han de pensar que me la paso esperando la ocasión para andar de mirón con la del " 5 " pero solo la he visto tres veces; ya la conozco bien, le distingo sus lunares... entre otros detallitos, que por buen caballero no puedo explicar (sic).
El otro día, un amigo que es fotógrafo me prestó su cámara. Aproveché entonces para tomar unas fotos.
Y pues, como uno es hombre (gulp); no pude guardar este secreto por mucho tiempo. Así que le enseñé una foto a mi amigo el de la cámara. Claro que para prevenirme en caso de que él la conociera, le dije: " a lo mejor es tu familiar, pero... pues dile que mejor se meta al baño" mi amigo se carcajeó y contestó que no conocía a mi vecina.
Ayer en la tarde me llamó mi cuate el fotógrafo y me invitó a un Club para caballeros; le dije que ya no me llamaba la atención ir a esos lugares. A fin de cuentas me animé y nos fuimos al antro.
-Mejor vámonos al barrio -le dije a mi acompañante al terminar una de la presentaciones-
-Nomás espérate a que salga Luzvelia y luego nos vamos -aseguró el fotógrafo-
Cuando dieron la tercera llamada para Luzvelia, varios de los presentes comenzaron a ovacionarla: ¡Luzvelia! ¡Luzvelia!
Luzvelia portaba un vestuario de color negro con varios atuendos extras; entró a la pista y contorneándose a ritmo de una canción en inglés, se acariciaba, quitándose algunos accesorios.
Cuando la iluminación favoreció la visión, pude distinguir en Luzvelia a un rostro conocido. Inseguro de mi apreciación en el ambiente nocturno, me aproximé un poco más a la pista y se aclaró entonces la fisonomía de la bailarina; era mi vecina la del " 5 "
La había visto desnuda en su patio y tarareando una de las canciones que con más frecuencia sonaban en su estereo: " Pero; no me dices nada, tan solo querida y eso es un adiós... sola con mi soledad..." (Más o menos)

En el show se conjuntaban movimientos sensuales que a veces me hacían sonreír, mientras daba un sorbo a mi copa.
Luzvelia se había despojado de su ropa y se encontraba enganchada a un tubo con ambas piernas, en tanto sus manos tocaban el piso.
-¡Wow! -me dije- ¿por qué no me brinda ese show cuando se baña?
-¿Es o no es? -interrumpió mi camarada-
Sonreí con cierto brillo en los ojos, admirado por las cosas de la vida.
-lo imaginaba... lo imaginaba -pronuncié al regresar a la mesa.
-la vi por vez primera la semana pasada, pero no estaba seguro de que fuera tu vecina -articuló el fotógrafo-
Cuando Luzvelia concluyó su baile, me retiré del antro según lo convenido con mi compañero de parranda.
Resulta que ahora ya me fumé tres cigarros y me quedan tres botes de un six que me traje a la vecindad; estoy pensando en cómo sacar ventaja de lo que descubrí apenas.
Quizá ésta mañana cuando me vaya a trabajar y encuentre a mi vecina en el pasillo, sea el turno de saludarme; porque no siempre lo hace, a veces la veo ensimismada en sus pensamientos como sino viera más allá de sus lentes.
Y cuando me diga "buenos días" sin verme a los ojos, yo le contestaré: "Buenos días Luzvelia" y entonces espero que volteé y me mire a la cara, aunque sea para recriminarme, pero no quiero que me ignore.
Tal vez sea preferible no decirle nada; creo que un día de éstos preguntaré por ella en el antro y la invitaré a tomar un par de copas. Después regresaremos a la vecindad y no entraremos a su cuarto ni al mío; subiremos a la azotea y aquí junto a éste tinaco, nos tomaremos un six y le invitaré un cigarro mientras platicamos.
A lo mejor ella sugiere que bajemos a su cuarto y quiera ofrecerme un show privado.
O podría interceptarla en cuanto llegue en un rato más; le diré que si gusta le preparo un café o le invito un tequila... lo que ella quiera.
¡Malditos zancudos! ¡y Luzvelia que no llega!
Supongo que ese es su nombre artístico; de lo contrario tendré que decirle Luz de cariño cuando le cante al oído o le diga un poema, siempre y cuando no habilite su kinder con la llegada de sus cuatro niños...
Voy a esperar otros 15 minutos, al fin todavía tengo media caja de cigarros y dos cervezas.
Hoy debe ser un amanecer especial; claro que si...


* Autor: Andrés Ortiz Pantaleón

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