miércoles, 28 de abril de 2010

CITA A CIEGAS...

Faltaban exactamente 20 minutos antes de la hora pactada, de manera que aún me daba tiempo para valorar el terreno. La circunstancia que me había llevado hasta ahí, era más bien curiosidad; y lo que estaba haciendo no me convencía por completo, sobre todo cuando distinguí el objeto de mi cita. Previamente sostuve comunicación vía telefónica con la dama. Durante cuatro semanas compartimos románticamente varias veladas; algunas veces nos hacíamos acompañar por las melodías favoritas de la época. Mientras charlábamos de todo, nos convertimos en cómplices de muchas de nuestras hazañas. Nuestro primer contacto sucedió una noche en que por equivocación, marqué un número de teléfono desconocido. En espera de contactar a una amiga, Me contestó una mujer mayor, quien insistentemente entabló una conversación conmigo. Me confesó que fui muy oportuno en aquella llamada, pues por esos días atravesaba por un estado deprimente. Supe entonces que su nombre era Arely, una mujer de 35 años que conducía algunos programas de radio y que tenía una hermosa voz, o al menos así se apreciaba por teléfono, y eso vendría a ser otro elemento que me atrajo de mi interlocutora. Al transcurrir los días comenzó a describirse físicamente y fue honesta al referirse a su persona con mesurado atractivo corporal. Mi conducta propia de un jovencito con corta experiencia, solo me dictaba tratarla con suma delicadeza, como si en contraste con su apreciación, quisiera hacerla sentir como una hermosa flor que tarde o temprano cortaría para mí, pues según su argumento, aún se conservaba casta y pura. Hasta que al fin, ella propuso que deberíamos conocernos, tenía enormes deseos de ver de cerca al chiquillo que le cantaba canciones de amor al oído. Estuvimos de acuerdo en vernos a las 20 horas del siguiente domingo. Aclaramos las señas particulares y seleccionamos el vestuario que emplearíamos para la ocasión especial. Llegando el día señalado, efectué un cambio de planes respecto a la ropa que llevaría a mi denominada "cita a ciegas", pues deduje que la chica optaría por hacer algo similar; y eso me ubicaría en desventaja en caso de que repentinamente me retractara de concretar la aventura. Me equivoqué al suponer que Arely se vestiría diferente a como me lo había indicado. Llevaba exactamente los accesorios que especificó con anterioridad, incluyendo el par de arracadas que no le sentaban con su cabello. El excesivo maquillaje y el rojo fiusha en sus labios, no congeniaban con su blusa dorada con lentejuelas. Tuve la impresión de olvidarme del asunto y retirarme del sitio. ¡Rayos! debí pensar en eso oportunamente... ¿por qué tenía que surgir ahora mi esporádica postura de caballero? el chico que hablaba por teléfono con Arely, no la habría dejado plantada. Me determiné; avancé solo unos pasos y me situé frente a ella.
-¿Arely?-Si -respondió sonriente sin gracia alguna y abriendo más sus ojos saltones-

-Soy Andrés -le dije al tenderle la mano-

La dama se levantó y nos saludamos de beso.

-Te invito a una fiesta con unas amigas -me propuso- ¿tomamos un taxi?

Asentí, cualquier cosa que viniera ya no me inhibiría, estaba involucrado en la aventura y deseaba que se desarrollara lo más pronto posible. En 10 minutos llegamos a una unidad habitacional, subimos al tercer piso de uno de los edificios y tocamos a la puerta de un departamento visiblemente descuidado. Abrió una mujer de características similares a las de mi acompañante y nos invitó a pasar. No me dio la impresión de que en ese lugar hubiera fiesta. En la sala había tres chicas con aspecto de ser de mi edad o así me pareció. Se divertían viendo la televisión sin dar muestras de que esperaran visitas. Un intercambio de palabras entre las mujeres mayores, motivó que todos saliéramos del departamento, excepto una de las muchachas. Bajamos del edificio con la finalidad de comprar algunas cosas para el convivio y entramos a un mini súper ubicado en la misma colonia. Las solteronas sugirieron que habría que llevar una botella de brandy, refrescos y botanas. Ya de regreso comenzamos a departir, disfrutando de buena música y pronto entablé amena conversación con una de las señoritas, a quienes no se les permitió tomar alcohol. Entonces supe, que las tres chicas eran sobrinas de Brenda, nuestra anfitriona, y que en breve llegaría un familiar por ellas. A mi acompañante no le pareció bien, que yo hubiera comenzado con confiancitas con una de las sobrinas de su amiga.
-¡Andrés! -repuso molesta a la primera oportunidad- ¿vienes conmigo o con ella?

-Perdón Arely -respondí con actitud defensiva, justo cuando me servía la cuarta copa- de hecho no veo la diferencia, no sé porque no podría ser amigo de tus amigas.

Perturbada por mi descortés comentario, Arely me dio la espalda y regresó a tomar asiento. Minutos después, ya no quedaba nada de la botella que compramos. Las tres chicas se retiraron y me quedé solo entre dos solteronas perceptiblemente ansiosas de continuar con la juerga. Brenda se disculpó un momento para entrar a su recámara y en un par de minutos regresó con media botella de tequila que consumimos entre bailes y chistes. Al fin cuando creí que había concluido la velada, intenté despedirme de mis nuevas amigas bohemias.

-Pero por favor -dijo amablemente Brenda- esta es tu casa, quédense a dormir y se van temprano.-Por mí no hay problema -opinó Arely-
De acuerdo -contesté- nos quedamos entonces.

Arely se adelantó y entró a la recámara adjunta.

-Ocupen el mismo cuarto, para que duerman cómodos -me sugirió Brenda-
-De verdad que no la molestamos -dije a Brenda tratando de ser educado-
-¡No! claro que no, yo también me voy a descansar.

Me dirigí al cuarto y dándome cuenta de la oscuridad que reinaba ahí, busqué el apagador y lo oprimí encendiendo la luz.

-No, por favor déjala apagada -pronunció Arely mientras descansaba descansaba sobre la cama totalmente desnuda.

Apagué la luz, me desvestí y me aproximé hacia la cama para encontrarme con la dama... y la conocí en la intimidad. Antes de amanecer, salimos del departamento y caminamos un par de cuadras buscando un taxi.

-¿Qué sucederá entre nosotros Andrés?-
-¿A qué te refieres?-
-¿Y si salgo embarazada?-
-No lo creo, nunca he embarazado a alguien. Creo que tengo problemas con eso.
-Andrés ¿quieres que volvamos a vernos?-
-No lo se Arely, tal vez sea mejor olvidarnos del asunto-
-¿Así de fácil? -cuestionó-
-Es lo mejor, no le veo sentido a esto.

Y realmente no le veía el lado bueno a la relación. Arely era una mujer sin atractivo físico, 15 años mayor que yo, y había dejado de ser virgen mucho antes de conocerme. Al fin, una cuadra adelante encontramos un taxi que Arely abordó ligeramente molesta, sin consentir que la acompañara. La resaca no me permitía calibrar bien la situación, pero en algo si estaba resuelto; no deseaba volver a encontrarme con ella. Sin embargo, no había considerado la percepción de mi amiga, del instinto único e incomprensible que la cobijaba por el hecho de ser mujer. Si por un momento desbordó molestia ante mi sugerencia de no vernos más; una hora después se comunicó otra vez a mi casa para decirme que la besé muy rico, y para advertirme que no debería quitarme la camisa en público, porque sus rebosantes caricias quedaron grabadas en mi piel. Además insistía en que teníamos que pasar otra noche igual. Mi postura siempre fue la misma ante sus ofrecimientos y peticiones. No fue nada fácil, pero al cabo de un par de semanas, la dama de hermosa voz, optó por olvidarse del asunto y jamás la volví a ver. Aunque involuntariamente tuve que escuchar su voz a través de la radio. No hay más...


*Autor del texto: Andrés Ortiz Pantaleón

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